Las mujeres semillas

Asociación Aguayo

“Hermana de tierra, no dejamos de ser árboles. Enraizadas entre nosotras, con nuestras acciones y palabras también podemos ser simbiosis, rizomas, bosques. Entrelazadas hoy nos manifestamos, cantamos, nos damos la mano, echamos a andar sin miedo, siempre hacia adelante”

Las mujeres y las niñas de áreas rurales, ya sean de pueblos indígenas o comunidades campesinas, han sido clave para la reproducción de la vida. En ellas están los conocimientos de la reproducción de las semillas, del cultivo de productos nutritivos, de la preservación de alimentos y de las recetas ancestrales que nos alimentan hasta el alma. A lo largo de generaciones, han alimentado, y alimentan, al mundo aportando a la reinvención de las culturas de todo el mundo.
Aún, las mujeres campesinas producen alimentos para el consumo familiar, se responsabilizan de los huertos y crían animales. En el mundo, hay 600 millones de mujeres agricultoras, que representan un cuarto de la población mundial y son responsables de alimentar al 90% de las personas en áreas rurales (FAO;2018).
Ha habido una expropiación de sus conocimientos agrícolas y culinarios para convertirlos en negocio que beneficie a intereses corporativos y transnacionales. Sin embargo, si en algún momento se pensó que segregarlas al ámbito del hogar las debilitaría, no se contó con que su fuerza está en reproducir la vida a través del cuidado y ahí se esconde su fuerza de lucha.

Las violencias más crudas

En las áreas rurales, las violencias siempre llegan con más fuerza y crudeza al cuerpo de las mujeres. En primer lugar, porque son espacios olvidados, donde la pobreza se extiende especialmente a ellas. En segundo lugar, porque el campo no es un espacio ajeno a la violencia machista, y las mujeres son sometidas a todo tipo de agresiones. Muchas veces, los esposos, padres e hijos son quienes prohíben que las mujeres se eduquen y participen en espacios de toma de decisiones.

La ruralidad ha sido solitaria para las mujeres, pues se les imponen tradiciones que romantizan la desigualdad. Esto se ve en vulneraciones concretas, como la falta de acceso a la tierra, lo que implica menos ingresos y menos acceso a créditos; o poco acceso a agua potable, haciendo que deban ir a buscarla para el uso en sus hogares, e impidiendo que se eduquen o trabajen. Otro ejemplo muy común es el matrimonio infantil, lo que aumenta los riesgos de sufrir violencia de sus esposos, embarazarse y ser madres sin desearlo.

Además de las violencias que viven en los espacios privados, actualmente existe una arremetida de recientes amenazas, como mega proyectos extractivistas, del agronegocio o del crecimiento de la mancha urbana, que vienen con el nombre de “desarrollo” o “progreso”, que las excluye aún más. No es casualidad que sean hombres, incluso parte de las comunidades, que impulsan o que permiten estos proyectos. Esto conlleva nuevos tipos de violencias, que atacan de forma particular a las mujeres, como la prostitución, la trata y tráfico, y las migraciones forzosas. Todo esto sucede en un contexto global de crisis climática, que pone al campo en más vulneración a desastres naturales y pérdidas de cultivos, que afectan especialmente a las mujeres.

Brotando en las adversidades

Existe la necesidad de contar con una mirada propia de las mujeres de las áreas rurales desde las realidades que viven y los temas que las atraviesan en su cotidianeidad. Las mujeres rurales de todas partes están tomando la palabra sobre las reivindicaciones que buscan. Muchas están construyendo colectivamente lo que llaman “feminismo campesino y popular” , como una forma de lucha compartida, que no esté impuesta desde afuera. También reivindican principios como el de la soberanía alimentaria y la agroecología.

Paso a paso, las mujeres están ocupando espacios públicos con los conocimientos que se les ha negado por tanto tiempo. Buscan, por ejemplo, que el trabajo reproductivo y de cuidado sea compartido y no exclusivo de las mujeres, además que su trabajo productivo sea valorado. Vale mencionar, que las mujeres rurales no son solamente campesinas, y no se las puede reducir a un rol de trabajo, porque la riqueza del campo está en la diversidad. Por eso, ellas están luchando por romper los roles de género que se les ha asignado y poder ocupar cualquier espacio que sueñan.

Al mismo tiempo que las mujeres defienden sus territorios de amenazas externas, también luchan por ser libres y autónomas en sus vidas privadas, como colectivas. Es decir, las mujeres de áreas rurales nos han enseñado que los territorios y los cuerpos son extensiones de lo mismo. Estas mujeres están construyendo nuevas ruralidades, demostrando que, en tiempos de crisis, es posible imaginar horizontes mejores.

Las ramas crecen a todas partes

En Bolivia, hay muchos ejemplos de mujeres de áreas rurales que ya están soñando y construyendo mundos mejores para ellas y sus comunidades, a pesar de todas las adversidades a las que se enfrentan, como la invisibilización del campo, las violencias machistas y los proyectos que las despojan de sus territorios. Algunas que podemos mencionar son:
Luisa Saucedo Calle: mujer de pollera y ascendencia aymara nacida en la comunidad San Francisco de Chicalulu y madre desde sus 15 años. Ella asumió la poller como identidad cultural y empezó su vida política muy joven pese al rechazo de muchos hombres, llegando a ser Secretaria General en el municipio de Coroico y Dirigente Subcentral. Hoy es encargada del mercado San José y el tambo Inalmama.

Elizabeth Mamani: nacida en Coroico de mamá comerciante y gremialista y papá agricultor y albañil. Tuvo una beca para estudiar Medicina en la Universidad Pública Mayor de San Andrés (UMSA), graduándose como Médico Cirujano a sus 24 años. Desde pequeña notó las injusticias y la discriminación, viviéndolas ella misma. Esta consciencia la acercó a la política y se convirtió en la primera mujer alcalde de Coroico. Ahora, ella es un símbolo del liderazgo femenino y juvenil.

Elizabeth Mamani: nacida en Coroico de mamá comerciante y gremialista y papá agricultor y albañil. Tuvo una beca para estudiar Medicina en la Universidad Pública Mayor de San Andrés (UMSA), graduándose como Médico Cirujano a sus 24 años. Desde pequeña notó las injusticias y la discriminación, viviéndolas ella misma. Esta consciencia la acercó a la política y se convirtió en la primera mujer alcalde de Coroico. Ahora, ella es un símbolo del liderazgo femenino y juvenil.

Mónica Rey: mujer afro que nació en la comunidad Marco de Coroico. Sus padres eran agricultores y sus abuelos esclavizados por la hacienda de Chijchipa antes de la revolución de 1952. Migró a sus 12 años a La Paz para estudiar. Incursionó en la política a partir de la creación del Movimiento Cultural Saya Afro Boliviano. Forma parte del Consejo Nacional Afroboliviano (CONAFRO), del Instituto de Lengua y Cultura del Pueblo Afroboliviano y de la Articulación Regional Afrodescendiente para América Latina y el Caribe (ARAAC).

Referencias

Sánchez, María & López, Lucía. (2022). Por un feminismo de hermanas de tierra. https://www.lavanguardia.com/comer/al-dia/20220308/8105529/manifiesto-mujeres-rurales-8-m-feminismo.html

Seibert, Iridiani, Guedes, Lizandra & Mafort, Kelli. Por un feminismo campesino y popular: la trayectoria de CLOC-Vía Campesina https://capiremov.org/es/experiencias-es/por-un-feminismo-campesino-y-popular-la-trayectoria-de-cloc-via-campesina/

Asociación Aguayo trabaja hace varios años en el Municipio de Coroico y Copacabana. Gracias al apoyo de Diakonia y la Embajada de Suecia actualmente ampliamos nuestra área de trabajo hasta Villa Montes.

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